martes, marzo 23, 2010

SALARRUÉ Incesto y erotomaquia

M. Rothko


Rafael LARA-MARTÍNEZ

Desde Comala siempre…

La tierra [la mujer] estaba […] esperando que alguien [un hombre blanco] tomara posesión de ella [¿colonial y sexualmente?]. Selva sabía el efecto de su belleza en el contorno y competía con el paisaje del Trópico. Salarrué

DISCURSO COLONIAL

La penúltima novela de Salarrué se titula La sed de Sling Bader (1971). Su narración recolecta imágenes anti-dualistas que establecen equivalencias entre materia y espíritu, sueño y locura, virginidad e incesto, viaje místico y drogadicción (hashish). Por una travesía circular, se alucina el pretérito en el presente para recavar hechos traumáticos que al héroe le prefiguran una rica heredad amorosa y terrenal.
La experiencia la vive el personaje principal, Sling Bader, el único que “era francamente blanco y francamente independiente”, pues “los otros elementos heterogéneos [en raza] podrían clasificarse […] poco menos que esclavos a la moderna: obedecían y temían”. La tardía novela de viajes relata un mito de superioridad colonial y racial que reitera una antigua literatura de “navegantes” y “aventuras” durante el siglo XIX.
En este arte de la escritura, la colonización opera como lado oscuro de la modernidad. La novela reconstruye distinciones jerárquicas entre un caucásico y habitantes nativos. Acaso esas diferencias sociales no son muy disímiles de los atributos raciales que otra fantasía del autor —O-Yarkandal (1929, según modelo de Lord Dunsany (1878-1957))— describe como características “de un remoto imperio” hacia un Mar del Norte: amos blancos, esclavos negros, “marca[dos] con hierros candentes”. La fantasía astral narra desigualdades raciales bastante mundanas.

INCESTO-VIRGINIDAD :: MISTICISMO-DROGADICCIÓN

La trama narrativa obliga a que el lector se identifique con la disyuntiva de la experiencia delirante de Bader. Su mirada única contrapone ciencia positiva, “materialista” y “exacta”, a metafísica “espiritualista” y “mágica”. El dilema de la existencia “de mundos anexos” incita al lector a confrontar dos lógicas disímiles: racional o “fantástica”.
La racionalidad sugiere que “la sed [sexual] de Sling Bader” —Carola, hija del Capitán Silas Marden— concibe un hijo, Gatto, por intermedio sexual de su propio padre. Una relación incestuosa explicaría la semejanza entre ese “niño de desusada belleza” y la hija mayor de Marden. No habría reproducción humana sin sexualidad ni uso de las partes inferiores del cuerpo humano, es decir, sin plena aceptación de lo biológico y animal.
El incesto, perspectiva materialista de los hechos, lo complementa “el punto de vista de la muchacha (quien gravita en planos de fantasía luminosa)” y el de un ginecólogo. Para esta visión paralela, la materialidad del acto carnal especifica una contingencia primitiva en proceso de redimirse por una naturaleza superior a la “animal”. La fantasía propondría eximirse del cuerpo para disolver lo humano en el espíritu puro. Quizás el ideal evolucionista salarrueriano abocaría despojarse del cuerpo y reproducirse sin intermedio del sexo. “El hombre del futuro nacerá de un contacto superior”. Quizás…
En términos metafísicos, el incesto remite al arquetipo de “la encarnación divina o doctrina del avatar”. Se trata de una variante literaria de lo que Otto Rank llama “el mito del nacimiento del héroe (1909)” y Joseph Campbell, “el héroe de las mil caras (1949)”. El héroe ­—“varón” por excelencia— nace de una “madre y virgen” sin contacto sexual que la rebaje a lo animal y corpóreo. En este ideal esotérico, lo masculino mantiene su primacía ya que el “héroe” es casi siempre “varón”.
Equivalente de “experiencia extracorpórea”, la alucinación de Bader correspondería a la nostalgia moderna-colonial por encontrar un nuevo Mesías. Semeja la añoranza que visualiza en un gobernante inspirado al “Benemérito de la Patria” (San Salvador, septiembre/1937), favorecido por los artistas más iluminados. Por una (con)fusión entre política y teosofía, reino de este mundo y el del espíritu, no se averigua si la historia se mueve en lo terrenal o en lo celeste.
Si la fantasía alucinatoria ofreciera una simple alternativa entre dos perspectivas contrapuestas, la resolución narrativa iría sin más. Cada lector se calificaría como materialista que defiende la tesis del incesto, o espiritualista que aboga por la concepción virginal. Igualmente, los prosaicos creerían en el uso de drogas como apertura única de “las puertas de la percepción” anímica, mientras los sublimes levitarían sin narcóticos.
No obstante, para mi perspectiva “materialista” compleja, el quid literario en Salarrué anhelaría superar las oposiciones binarias para convertirlas en complementarias y paralelas. Al igual que la isla del Pacífico —“El Salvador/Cuzcatlán es una isla”— las cosas mundanas poseen “doble nombre”, identidad dual según el punto de mira del observador. De optar por una u otra alternativa, la unidad de los opuestos se escindiría sin reconciliación.
Pero la novela afirma que no existen “dos mundos aparentemente separados, [ya] que deben experimentarse como un solo mundo” en coincidentia oppositorum. Desde una perspectiva biológica totalizadora, la virginidad-incesto y misticismo-drogadicción serían perspectivas conjuntas de un mismo hecho totalizador, al cual la metafísica opondría la unidad virgen-mujer, acaso, la de un humano redimido y sin cuerpo.
En la lógica hermética dual, la oposición materia-espíritu queda invalidada. Se representaría por “elementos complementarios de la unidad perfecta”. Si por evolución ascendente se anula la dualidad de complementos, lo humano se desintegraría en lo divino y espiritual sin enlace corpóreo ni biológico al ser-en-el-mundo, o viceversa en descenso, se rebajaría a lo puramente corpóreo.

Deidad (O-Yarkandal, 1971)


“Se renueva la imagen de Xi […] la diosa [cuya] liturgia parecía simbolizar la confluencia de lo divino con lo humano, la comunión de lo material y lo inmaterial y era en verdad ritual perfecto de Xi, diosa dúplice. [En su iconografía, dos mujeres desnudas se acarician ¿sin implicación lésbica, pese a que la mano de una se acerca al seno de la otra?]. [El sacrificio] dividía el cuerpo de [la mujer] en dos mitades longitudinales [por] una hoja de acero [que] con un solo tajo rompió la virginidad” en remedo de una sexualidad viril y violenta.

A la disolución anímica en un nirvana metafísico, en tensión de opuestos, la fantasía deja abierta una lectura suplementaria. “La experiencia extracorpórea” se fundamenta en la materialidad de una sustancia química, hashish. La concepción virginal se arraiga en el incesto. Un alcaloide es al espíritu imaginativo, al viaje astral, como el incesto a la virginidad materna, su reverso y contrapunto material.
En esta doble infracción interpretativa —narcótico e incesto— la novela no inaugura una nueva esfera temática. Más bien, continúa la tónica desacralizadora que enlaza fantasía y violencia sexual en el remoto imperio Dathdálico desde la década de los veinte. La temprana “experiencia extracorpórea”, el misticismo de Salarrué, vislumbra el complemento tangible de su voluntad de ascensión anímica y reproducción milenaria: alcaloide e incesto. Sin estos dos amarres a la materialidad química y corporal, el anhelo astral se despojaría de su arraigo empírico como ser-en-el-mundo.
Sin materia, la práctica espiritual jamás se notificaría por escrito ni se imaginaría en pintura. El comunicado mismo de la experiencia interpone asientos palpables e intra-mundanos: libro/pintura como materia vegetal deleznable para el espíritu eterno e imperecedero. En esta representación y huella palpable el arte adquiere un sesgo de género.
La “mercancía tan apetecida de los hombres ricos” —“la belleza” corporal de la mujer— ofrece el soporte mismo de la escritura como acto erótico-sexual, visualizado desde lo masculino. Las fantasías “se leían tornando lentamente las ánforas entre las piernas […] cuyo contorno sugería el de una mujer joven y desnuda”. Más drástico, esas urnas-mujeres se forman según el ideario del narrador y se ofrecen como continentes vacíos sin contenido intrínseco sino con un único sentido exterior, que se manifiesta “por fuera”. Así, casi en onanismo masturbatorio varonil, O-Yarkandal narra “las leyendas de un remoto imperio”. La escritura y la pintura —tatuaje de imágenes en lienzo y papel— correspondería a un arte amatorio y corporal de posesión viril sobre un territorio femenino (véanse fragmentos en los anexos).

FINAL

En casi cincuenta años (1929-1971), La sed de Sling Bader no presentaría una temática novedosa. Únicamente asombra que por su experiencia de alucinado —en lugar de “tomar posesión [sexual/colonial] de ella [= la mujer/tierra]”— el viejo Sling Bader sublime su deseo carnal en paternidad protectora y amparo afectivo. Quizás por esta sublimación deslumbrada, sólo en los lejanos mares del norte de Dathdalía, quedan homicidios rituales (sajar cuerpo de mujer para volverla “Deidad”), violencia doméstica, triunfo del placer sobre la virtud, selvas como Kahunishar, “sexo proficuo de la Tierra”, poseída por un “falo violador” y poblada por órganos de cuerpos humanos cercenados, como si el erotismo supusiera la fragmentación de la unidad corporal en partes autónomas.
En ese “imperio remoto” queda viva la erotomaquia, guerra primordial de los sexos, en imagen imperecedera del amor durante los viajes astro-narcóticos y en la experiencia de Pedro Juan, alter ego del autor en su última novela (véase fragmento de Catleya luna (1974) transcrito en los anexos). A las desigualdades raciales mundanas, la fantasía astral agrega la experiencia de una sexualidad tan violenta como terrenal. “Sus ejércitos son sus senos, sus labios de fuego, la chispa de sus ojos, el aroma de sus carnes…” (nótese la metáfora militar para describir el cuerpo femenino en búsqueda de ascenso social por la sexualidad).
Al sublimar Bader su deseo sexual, permanece como interrogante si también abolirá el cruel sistema de “esclavos [negros e indígenas] a la moderna”, la política del “tem[or]” que rige la economía de esa isla llamada El Salvador según la metáfora. O, por lo contrario, su paternalismo místico será selectivo. Sólo se volcará sobre “ella”, la mujer amada ahora en herencia filial como su hacienda, tierra y riqueza. A saber…

(Nota: Salarrué jamás demuestra experimentalmente por suicidio, como lo exige Jorge Luis Borges, que el espíritu sobrevive al cuerpo, que el alma es superior a la materia. Léase “Diálogo sobre un diálogo” en El hacedor (1964): “Yo le propuse a Macedonio que nos suicidáramos para discutir sin estorbo [la inmortalidad del alma y la muerte insignificante del cuerpo]”.
A toda idea biológica totalizadora, “materialista”, la metafísica reclamaría lo fabuloso con el objetivo de erradicar interpretaciones que la actualidad consideraría “perversas”: incesto y drogas. La utopía del “mito” teosófico afirmaría un “embarazo sin intervención sexual” y un “trance” espiritual sin alcaloide. El “sueño prodigioso de Salarrué sustituiría la esperanza en un futuro post-corpóreo y post-sexual, en el cual el ser humano etéreo se desprendiera de todo amarre químico y biológico. Pero en ese instante de desprendimiento corporal y químico —“¿de horror al cuerpo?— la dualidad se anula y disuelve en uno de sus contrarios. A la espera siempre…).

ANEXOS

Salarrué y el erotismo (Fragmentos antológicos)

Fragmentos de O-Yarkandal (1929/1971)

Una joven tan bella que sólo podía compararse, por sus líneas, con una copa hecha por Ann de fina piedra rosada [deleitaba] por la jugosidad y frescura de los ojos… “Krosiska”

Y el placer de Ninintri era éste: llegada la alta noche descendía de sus habitaciones, donde mucho antes se habías apagado las lámparas, y suspirando hondamente, salía al jardín toda envuelta en su manto de seda oscura y calzando sandalias recamadas […] cuando la joven creía estar suficientemente lejos del castillo complacida, aspiraba, ya no el aire florido de la noche, sino la soledad, y arrancando nerviosa el manto y las sandalias que arrojaba en el césped, proseguía así desnuda su paseo, gozándose en su propia belleza bajo las estrellas […] ebria de soledad y de placer, deambulaba […] en un delicioso éxtasis bajo los astros. Los mármoles entonces perdían su frío y con tibia generosidad recogían el peso de aquel blando, ardoroso, suavísimo cuerpo de mujer sola y desnuda… “Bajo las estrellas”

No era permitido a nadie relatar las historias o leyendas sino labrándolas y esmaltándolas alrededor de un ánfora […] las cosas se leían tornando lentamente las ánforas entre las piernas […] cuyo contorno sugería el de una mujer joven y desnuda… “Viaje en espiral alrededor de un ánfora”

Ninguna mercancía tan apetecida de los hombres ricos como aquella belleza de Ulusú-Nasar. Su casa era frecuentada por los afortunados, que entraban, llevando máscaras de seda, detrás de las cuales los ojos ardían siempre con el resplandor del deseo contenido, que es como el alma de los sexos cuando se asoma a las pupilas. Ulusú-Nasar vivía en un palacete […] los esclavos negros que atendían [casi desnudos semejaban] ébano vivo […] desnuda en su belleza, aparecía sobre un diván […] sus líneas eran puras como las de las ánforas… “La tristeza de Ulusú-Nasar”

Habla del árbol sagrado, hecho todo de cuerpos humanos retorcidos; teniendo por raíces inquietas serpientes que hurgaban la vida en el suelo; sus millares de ojos tenían una vida fogosa, cerrándose unos, abriéndose otros, guiñando, girando… Había ojos espantados hasta la locura, y ojos apagados de sensualidad, y ojos torcidos de malicia o de burla, y ojos enrojecidos de furia, y ojos extasiados en el éxtasis supremo, y ojos suplicantes de amor y deseo [bocas besantes] y describe una pasmosa anastomosis de brazos, piernas, cabezas, sexos… “Namundayana”

Dicen de un rincón muy profundo de donde había árboles que se arrastraban como los caracoles […] e iban tanteando como serpientes y sus ramas como tentáculos, prestos a devorar a sus víctimas. Había, dicen hombres hechos de hojas marchitas que deambulaban por las sumidades del boscaje; reptiles formados con piernas de seres humanos que se enroscaban y revolcaban por el fango; arroyos de sangre pestilente; praderas de pelo; arbustos escamosos y con agallas que se estaban muriendo siempre de asfixia, como los peces. Podía llegarse a una pradera cubierta de flores rojas […] que no eran otra cosa sino lenguas humanas saliendo de miles de bocas extrañas, en forma de herida. Había especies de viñas donde las hojas eran como manos de niño y los racimos, racimos de ojos que miraban con un brillo fascinador […] Kuhunishar [de kahuni: lirio y shaar: sombra] donde los lirios son de carne blanca […] tierra misteriosa, selva oscura que es como el sexo proficuo de la Tierra: así oscura, así ardiente, así odorante. Sus enormes ramajes son negros y lacios como crenchas de león y a león apestan. Hay en ella una lluvia constante y pastosa como jugo vital y en sus entrañas tétricas penetra el río negro de Suk desbordante, torrencial como un falo violador […] el sexo de la Madre Tierra, fecundada por Suk que significa: la sombra del Sol y de cuya cópula nacerá Shíntara, el Mesías… “La misteriosa selva de Kahunishar”

Trabaron batalla fiera por el amor [el] enamorado Zip, hijo de Ziguahuat que gustaba de las bellas jóvenes [desnudas] las espiaba oculto en los boscajes… “Fragmentos de El Dalí”

Fragmentos de La sed de Sling Bader (1971)

[Hay] sospechas de algo amoroso entre el Capitán [Marden] y su hija […] cualquiera entendería algo parecido […] esa idea pecaminosa y comprometedora […] Mi ama no sólo piensa que ellos están envueltos en u incestuoso amor, desde hace tiempo, sino que afirma que Gatto, su hijo menor, es en verdad su nieto; hijo de Carola y de su padre […] durante su ausencia (por un año) del capitán, cuando nosotros pasamos con permiso a Samoa para ver morir a mi hermano Kahuri (quien era mayor y además el Masay de nuestro Clan), Carola quedó embarazada y ella misma la atendió en una choza en Majuro, donde la llevó en debido tiempo y donde, residentes discretos y bien remunerados la atendieron por varias semanas con ayuda de un médico. [Había que] poner en claro todo aquel embrollo acerca de las infidelidades de Carola y la dudosa paternidad de Gatto [pero] el padre no existía […] no existe desde el punto de vista de la muchacha (quien gravita en planos de fantasía luminosa) y tampoco del punto de vista ginecológico […] la niña iba a ser madre estando todavía virgen. Su himen estaba intacto […] ¡Virgen y madre! Sí, Gatto era su hijo; ¿el amante?... Pues… lo creyera él o no, era… (menos para ella y para el niño) tabú; cayó en brazos de un varua-ino, enviado por Tauhiri-Matea, el dios de la tormenta. Un varua-ino era un hombre bueno del mar…

Fragmentos de Catleya luna (1974)

Yo me entregaba como un satélite tras el espíritu de Amber y en la misma forma tras el cuerpo de Soma; el cuerpo y todo lo que de él irradiaba, entendamos… Por razones de orden sexual, mi amor unía imaginativamente el alma del uno con el cuerpo de la otra [véase: “El milagro de Hiaraadina” (O-Yarkandal, 1929/1971: 119-127) en cuyo relato “Hiaar […] alta, delgada, angulosa y fea [que] cojeaba [pero razonaba]” contrasta con “Adina […] pequeña, llena y hermosa [quien] carece de razón”. De amar a dos mujeres a la vez, la amada ideal se logra al “partir el corazón de Hiaar [matar a Amber]”, para que su espíritu razonador emigre al hermoso cuerpo de Adina [al cuerpo deseado de Soma]. Un crimen ritual, una violencia corporal primigenia, sella la perfecta unión de los contrarios, alma razonable y cuerpo hermoso, en “la mujer ideal” antes de su cópula con el hombre].

Tu desnudez era mi vino delicioso [..] su frente entre las piernas de la amada […] yo deseo penetrarte […] sinfonía del tacto delicioso […] cuando nos movemos con el ardor y a pastosa densidad de la lava […] ella parecía abrirse como una flor que siente llegar la aurora, parecía abrirse, poco a poco, en proceso vegetal, abrirse, no por la gloria del triunfo, sino con la lasitud de un contrincante que se entrega vencido [nótese la metáfora guerrera de erotomaquia y depredación que se continúa en “la glotonería del buitre sobre su presa [del hombre sobre la mujer]”…

Juicio crítico coincidente

[Bajo] la influencia de Lord Dunsay, que algunos críticos [ya no] advierten en O-Yarkandal […] el sexo y ciertos problemas a él atañeros Salarrué los trata, sin caer en la vulgaridad en exceso verista de otros escritores […] en un medio lleno de prejuicios como el nuestro [la fantasía muestra] temas [eróticos] fuertes. Panorama de la literatura salvadoreña (1981), Luis Gallegos Valdés

3 comentarios:

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