martes, marzo 23, 2010

Cultura y esperanza activa

Bernini: "El éxtasis de Santa Teresa"


Luis ALVARENGA

La aparición del suplemento cultural Tres mil, en el diario Co Latino tuvo lugar el 24 de marzo de 1990. La fecha está cargada de mucho significado. El 24 de marzo es el día en que se conmemora el martirio de Monseñor Romero, cuyos treinta años se conmemorarán próximamente. Lo novedoso de la conmemoración de este año es que las tres décadas del martirio de nuestro pastor forman parte de la agenda gubernamental. Pero en 1990 era distinto.
Monseñor Romero era una palabra prohibida para los que manejaban el aparato del gobierno. Pero ello no podía evitar que su nombre fuera evocado como una luz de esperanza en un tiempo de terror y oscuridad.
Esto tiene una relación fuerte con la fecha del surgimiento del Tres mil, entre cuyos fundadores se encontraban Gabriel Otero y César Ramírez, “Caralvá”, su nombre literario, y el poeta Javier Alas. Los dos primeros venían de México. Javier había comenzado su recorrido literario en el Taller Literario Xibalbá y ya tenía un par de poemarios publicados. Algo valioso del nuevo proyecto fue la apertura de espacios para diferentes talleres literarios y agrupaciones artísticas que, de otro modo, no tenían medios de difusión de su trabajo creativo ni de sus planteamientos. Aunque sus fundadores coordinaban el suplemento, éste no era “el suplemento de Gabriel, Javier y Caralvá”, sino un suplemento abierto a la comunidad artística y literaria del país.
Era apostar a la creación literaria en medio de un país que estaba consumido por el frenesí de la guerra. Era encender una luz de esperanza, de fe en que algo mejor que la muerte podía surgir de las manos del pueblo salvadoreño. A su manera, elegir la fecha del martirio de Monseñor Romero era tomar partido por los mejores elementos de la cultura salvadoreña.
Monseñor Romero se rebeló contra la injusticia estructural desde la palabra que denunciaba la locura también estructural y desde la palabra hermosa que anunciaba una sociedad constituida por la lógica del amor. En la palabra coinciden el profeta y el poeta. Ambas palabras contienen esperanza. Pero hay que tener cuidado con esto último.
Esperanza, es claro, viene de “espera”. Pero no es una espera pasiva, que aguarda a que las cosas se arreglen por sí mismas, lo cual equivale a no asumir las responsabilidades que deben afrontarse. Este tipo de esperanza es activa. Espera una sociedad mejor, al tiempo en que está tomando parte de la transformación de esa sociedad.
La esperanza pasiva, que es estéril, se limita a esperar a que otros —el Estado, la Empresa o el Partido— hagan el trabajo que le corresponde a artistas e intelectuales. De ahí que el Tres mil fuera un ejemplo aleccionador para quienes sueñan con mecenazgos y dejan de escribir, pintar, fotografiar o interpretar hasta que llegue el reconocimiento a las puertas de su casa.
La gran lección que podemos sacar al respecto es que el suplemento fue el mejor ejemplo de que los grandes aportes intelectuales y artísticos se dan cuando sus autores optan por esa esperanza activa, que les hace crear espacios de difusión del pensamiento y la creación. Abrir estos espacios es siempre una necesidad. Hacerlo un 24 de marzo de 1990, un gesto de valiente esperanza.

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